Hoy estoy muy contento, porque desde la noche de los tiempos he recuperado la primera piedra que tallé y acabé. Porque estuve trabajando con una grande, al aire libre, en el Monte Ulía donostiarra que no finalicé. Fue en 1981, en piedra arenisca y la trabajé en el salón comedor de mi casa de entonces, en San Sebastián. Utilicé un cincel fino de mi padre y un martillo de escalada.
No tenía la menor idea de lo que quería hacer, y aún hoy sigo sin saberlo, salvo que me lo pasé muy bien sacando estas formas y planos de las infinitas posibilidades que aquella piedra albergaba. Era feliz repartiendo martillazos que poco a poco iban liberando el volumen informe hacia una dirección desconocida.
La arenisca es una piedra muy fácil de trabajar por su blandura. Es muy rica en sílice, por lo que hay que utilizar siempre, incluso si la esculpimos al aire libre, una buena mascarilla. Ha habido muchos canteros que contrajeron la silicosis por trabajar con arenisca incluso en el exterior.
No es una piedra prestigiosa como los mármoles, algunas calizas o el granito, pero para un principiante puede estar muy bien. La verdad es que prefiero piedras más duras, particularmente la caliza de Markina.
En aquel momento yo sólo sabía que necesitaba sacar algo de mi interior a través del volúmen. Todavía no sabía que esa " afición " iba a engancharme hasta el punto de dejar mi trabajo fijo de 40 horas semanales para dedicarme a ello. Ni que era algo que iba a cultivar durante toda mi vida a pesar de los avatares que me esperaban.
Doy gracias a la Vida por haberme brindado la oportunidad de jugar así con el volúmen y los materiales, y abrir las esclusas de mi inconsciente y así poder liberar algo de su condensado contenido.
Si no lo habeis hecho nunca, ¡ animaos !, no perdeis nada por probar y tal vez os sintais muy bien haciéndolo y descubrais al escultor-ra que llevais dentro.