Hola Amig@s !!!
Quiero daros la bienvenida a esta sección que va albergar la poesía escrita desde hace 35 años. Es un trabajo sincero, terapeútico y valiente, por lo menos ante mí mismo, al que ahora os invito a compartir.
La obra no va a situarse en el blog por orden cronológico. Toda ella es pasado, un pasado vivido e integrado en cada célula de mi memoria. El presente sólo es el momento en el que leemos.
En principio sólo va a haber texto sin imágenes, salvo en algunos casos en los que la poesía está referida a una pintura y escultura concreta, y que por eso, se incluirá.
Pasad pues, y poneos cómod@s.
La década de los los 80 viví verdaderamente la bohemia, la noche y la creatividad continua, no sólo la escultura y la pintura sino la poesía, llenando muchos cuadernos que luego trabajaba artisticamente y que luego regalaba a los amigos del alma.
También viví muy intensamente los sentimientos y conflictos amorosos, al mantener una relación estable-inestable con otra artista, en la que abundaron separaciones, reencuentros y
diferentes aprendizajes con otras personas.
En el colegio nos podrían haber enseñado los mecanismos de las relaciones, del amor y la pareja, en vez de tanta tontería inútil.
Fue un período turbulento lleno de poesía e intensidad, una prolongación de la adolescencia que por motivos históricos, políticos y culturales-sexuales, no pudimos experimentar.
Estos son algunos de aquellos poemas nacidos junto a cuadros y esculturas en mi taller de Loiola.
PINTURA Y POEMA, " DESDE MI COCINA "
Oleo sobre cartón
Década de los ochenta
este era el paisaje
que experimentaba
desde mi cocina interior
en una auténtica casa de artista
bajo el tejado
antes de que el velo negro
de la posmodernidad
arrasara con tantas ilusiones,
amores, proyectos y sobre todo
cándidas virginidades
sobre nuestra
todavía natural ingenuidad.
Recuerdo
mi bloc de notas colgando de la puerta
sin teléfono,
las visitas de Alfredo Bikondoa
platos compartidos entre confidencias,
zen, símbolos y búsquedas del Ser,
mi taller milagroso a la vuelta
de una esquina
junto a la casa del Americano,
donde nací,
y trabajo mucho trabajo,
libre juego descubríéndome
con el pretexto de la materia,
la búsqueda del amor,
y las amistades maravillosas,
y las noches de taller con el loco
de la colina,
y el paisaje de mi cocina
al que se asomaban a veces dos amables
criaturas
las dueñas de mi cueva de poeta,
y Raul Urrutikoetxea,
el amor de una de ellas, Amaia,
y como intercambiamos una escultura
y una pintura
bastante oscura, un puente, un viaducto,
tal vez premonición
de su viaje
siempre prematuro,
el tiempo, Dios del movimiento,
entonces viajaba
un poco más lento,
si, fue un tiempo de locos,
un hermoso, poético y amoroso
tiempo de locos
que bendigo
desde mi actual y desapegada
cocina interior.