Hoy os voy a hablar de una escultura en piedra caliza que realicé en 1983 como homenaje a dos amigos muertos en accidentes de montaña. Sus muertes me conmovieron profundamente no solo por las magníficas personas y grandes amigos que eran, sino por su juventud y vida llena de futuro que su afán de ir siempre más allá, frustró trágicamente. Eran Javi Saénz de Pablo, y Juan Carlos Fernández Azanza. Junto a ellos compartí muchos de los mejores momentos de una juventud buscadora y aventurera que en demasiadas ocasiones atravesó la frágil frontera de lo razonable.
Esta escultura, cuyas fotos podéis apreciar a pesar de su poca calidad, está realizada en piedra caliza negra, representa en su cara posterior la suela de una bota que pretende subir al cielo. Está planteada como un monolito vertical que tiene en una de las facetas de la cara superior, un pequeño pocillo destinado a acumular un poco de agua de lluvia para que puedan beber de ella los pájaros. Mi intención era colocarla en una de nuestras cimas, pero su gran peso y los problemas de logística asociados, frustraron esta intención. La conservo como un recuerdo y homenaje, y ha sido expuesta en diversas ocasiones.
Para su realización emplee varios meses de talla directa a mano, muy fácil y agradable, pues la piedra caliza me gusta mucho, y no es muy dura. Para mí es fascinante el proceso de desnudar a la piedra, capa a capa de lo que le sobra, para liberar una de las infinitas posibilidades que existen en su interior. Toda la superficie conserva numerosas huellas tanto de los cinceles y de las gradinas empleadas, como de las roturas y marcas que ya venían de origen, como símbolo y característica de unas vidas intensamente trabajadas a pesar de su juventud. Y como en todas las piedras, el lijado definitivo con lija de agua de granos descendentes hasta conseguir el pulido final, requirió tres veces el tiempo empleado para la talla. Esta fase del lijado requiere emplear lijas al principio muy gruesas para borrar las marcas dejadas por las herramientas, hasta que éstas desaparecen si así lo deseamos. Pero luego hay que ir lijando las huellas que ha dejado la lija empleada, en un proceso que alcanza de cuatro a seis lijas de grano cada vez más fino, hasta la última, que parece papel, pero que sigue borrando las huellas de la anterior. Este lijado de la obra se complementa con la talla en cuanto a que ésta es puramente activa o yang, mientras que aquél es receptivo o yin. Y del fruto de ambos procesos y aspectos surge una obra acabada, con todo el cúmulo de expresión, sentimiento, pensamiento e intuición que se dan a lo largo de todo ese trabajo. Y es esta parte intangible del mismo la que para mí tiene tanto valor como la plasmación material de un resultado plástico y estético.
En este caso, es una obra que concentra todo el afecto, amistad y compañerismo por unos seres que me han dado y enseñado tanto, incluso tras fallecer. Es una lástima que nuestra idea de la muerte humana sea la que es, tan llena de desconocimiento e ignorancia, y que nos lleva a creer que la muerte es un final definitivo tras el que no hay nada. Y sin embargo, esa muerte no existe, no es real, es una imaginación, una idea o no-idea nacida de la ignorancia.
Cuando me recuperé de un grave accidente de montaña, Juan Carlos, Pirulo para los amigos, y quien era ya una de las más jóvenes promesas de la escalada puntera vasca, tuvo la generosidad de regalarme con su compañía durante quince días en los Pirineos, los dos solos, para que yo volviera a recuperar la confianza que había perdido. Aquellos días de esfuerzo, plenitud y éxito de lo vertical sobre la horizontalidad de lo cotidiano, fueron inolvidables, y consolidaron una amistad que solo quienes han experimentado la intensidad e intimidad de este tipo de vínculo y relación, pueden comprender.
Y el día en el que falleció en la cara norte del Axpe, como cuando Javi cayó en el Atlas marroquí, ambos tuvieron a bien el despedirse, cada uno a su forma, de este buen amigo mientras ellos emprendían la ascensión definitiva, la escalada más importante de sus vidas hacia las cimas del Cielo.
Ascensión que a todos nos espera, y para la que conviene estar debidamente preparado, algo que afortunadamente hoy es posible gracias a las muchas oportunidades de estudio, investigación y experiencia que tenemos a nuestro alcance.
Miguel Benito