Hace poco pude recuperar "El vuelo del Alma", la pieza original de una obra que fundí en bronce y que compró en una exposición en 1984, una de las personas que junto a su hermana Luz, más me ayudaron en los comienzos de mi vida artística: Sol Miranda.
Ella es la hermana de Luz Miranda, y ambas fueron las más dinámicas inspiradoras y motivadoras del Club de Arte Catalina de Erauso.
Sol actuaba como la secretaria de su hermana, verdadera directora más o menos en la sombra. Recuerdo el momento en el que fui a visitar a Luz a su trabajo para ofrecerme a dar clases en el Club, y como en seguida me fichó. Empecé en seguida y permanecí varios años dando clases de cerámica a adultos por las tardes. Luz tampoco desaprovechaba ninguna oportunidad para enviarme a dar clases de plástica allá donde hiciese falta, así como facilitarme contactos para exponer. A pesar de la diferencia de edades, fue una muy buena amiga en aquellos tiempos apasionantes y llenos de búsquedas y de encuentros. Compartíamos también un sentido espiritual del trabajo artístico, y eran personas muy comprometidas con el crecimiento personal y las técnicas de yoga, sofrología y control mental. En este sentido, fueron verdaderas pioneras en la expansión cultural de estos temas en aquellos tiempos, organizando charlas y talleres sobre ellos en el contexto del Club, e incluso adecuándolos a las actividades con los niños, para que ya desde pequeños tuvieran la posibilidad de beneficiarse de algo tan positivo como la relajación y la expresión corporal y profunda.
Este trabajo me permitía ganar el dinero que necesitaba y seguir haciendo mi obra con total libertad al margen de las servidumbres comerciales acostumbradas. Además siempre me ha gustado transmitir mis experiencias profesionales y personales, y relacionarme con muchos tipos de personas en las clases. Se aprende mucho dando clases.
La escultura que estais viendo es una arenisca recogida en el monte Ulía, lugar donde cuando no tenía todavía taller, solía ir para trabajar directamente y al aire libre, las piedras que había junto al mar.
Es una piedra blanda, que permite una talla fácil aunque muy atenta por su fragilidad. También exige una buena máscara para protegerse contra las partículas de polvo que desprende su talla, ya que tiene mucha sílice, la cual es muy nociva para los pulmones.
La pieza que me compró Sol se fundió en bronce con el método de arena, que permite unas texturas y unas rugosidades que encajaban con mi concepto escultórico. Es una estela que representa para mí, el despegue, el vuelo del alma, la libertad sobre las limitaciones a las que nos obliga la materia.
Es una suerte increíble el tener acceso al lenguaje del volúmen y de las formas, para poder expresar lo que ocurre dentro de la persona. Quisiera desearos a todos que pudiérais manejar dicho lenguaje, porque es muy liberador y generador de dicha.
En estas dos fotos que conservo, podéis ver como cambia la escultura original, cuando se funde en bronce con este sistema. Se pueden apreciar las rebarbas y la textura del metal sin pulir, que era como yo quería que quedase.
Luz y Sol Miranda son dos mujeres que han trabajado muchísimo por la cultura y por el arte de nuestra ciudad. Por este motivo, Luz recibió el preciado Tambor de Oro de San Sebastián hace ya unos años. Como a mí, han ayudado a numerosos artistas de todas las disciplinas, a poder encontrar o bien su lugar, o bien un espacio donde poder trabajar en su oficio.
Para ellas, con esta piedra contemporánea de nuestra relación, y que recientemente he podido recuperar de su espacio de olvido, todo mi agradecimiento y afecto.
Hoy seguimos necesitando, en medio de la frialdad, la indiferencia y el aislamiento rodeados de chips y de bits por todas partes, personas, mecenas a su nivel, que hagan más transitable el trayecto de los artistas que tratan de salir adelante con su oficio, en tiempos poco propicios para la lírica y para la poesía.
Brindo porque sigan surgiendo.