Esta escultura representa a un ornitorrinco volador, y es un juego expresivo que pretende plasmar un hecho cada vez más extendido entre nosotros, y que es la síntesis de varias vías en el camino espiritual personal.
Como sabreis, el ornitorrinco es un extraño mamífero australiano que pone huevos, tiene un pico de pato, patas de nutria y cola de castor.
Podemos establecer un paralelismo profundo y sutil cada vez mayor, entre muchos seres humanos y este animal casi mitológico, en función de lo que el intenso proceso evolutivo que el karma humano está sufriendo en los últimos tiempos. Proceso que se experimenta desde una intensificación y aceleración de los múltiples procesos psicológicos, emocionales, ideológicos, políticos y religiosos que el ser humano está experimentando. Intensificación y aceleración que se cifra en un gran incremento de la experiencia vital humana y de su velocidad.
El ser humano siempre se ha nutrido y se ha construido en mayor o en menor medida, con las experiencias que ha vivido y que ha incorporado de una forma activa e integradora o negadora y despreciativa, para su vida. En este sentido, siempre hemos sido una especie de patchwork compuesto de innumerables retazos basados en nuestra experiencia vital previa.
En lo que afecta al plano de la búsqueda espiritual, y dependiendo siempre y obviamente de las particularidades de cada cual, la incorporación de nuevos retales a dicho tapiz, se está viendo muy incrementada tanto por la propia dinámica evolutiva y de búsqueda de las personas, como por la extensísima oferta de técnicas, vías y caminos que la vida está poniendo a nuestro alcance, afortunadamente.
Porque es seguro que la humanidad no ha tenido nunca oportunidades para acceder al despertar como las que disponemos en este tiempo, y que unidas a las particulares circunstancias de este momento evolutivo, ofrecen unas posibilidades de un dinamismo y de un desarrollo extraordinarios.
Por ello, no es extraño que nos podamos reconocer a nivel espiritual y de desarrollo interior, como algo parecido a este fantástico animal australiano. Y es que no es dificil que, en nuestra interioridad, podamos simultanear, por ejemplo, una práctica budista o sufí con el ejercicio de los evangelios, al tiempo que nuestra sexualidad se rija por los principios del taoísmo o del tantra hindú. Y que cuando nos encontremos con dificultades ambientales o laborales de cualquier tipo, recurramos a los ejercicios de bioenergética para disipar las emociones negativas que nos hayan surgido.
Y es así como el ornitorrinco ha sabido encontrar o manifestar para sobrevivir, una síntesis armónica e inteligente de aspectos que si no son contradictorios, por lo menos son bastante diferentes. Y ahí está, tan tranquilo si no le molestamos. Y es que seguramente, su karma evolutivo ha sido tan o más intenso que el nuestro, o por lo menos el de una cantidad creciente de personas que así lo acusan desde hace por lo menos veinte años, si no más.
Esto me lleva a pensar y a aceptar que la espiritualidad y religiosidad personal del futuro más inmediato, va a caracterizarse por la síntesis de diferentes vías y caminos interiores que, aunque partan de orígenes diferentes, manifiesten puntos y posibilidades de encuentro prácticas y fructíferas para la experiencia humana. Porque todo ello no tiene sentido si no triunfa en el campo de confrontación de la necesidad y de la experiencia humana.
Da la impresión que, por lo menos en este campo, no va a quedar mucho espacio para los dogmatismos, sectarismos y caminos únicos a los que las religiones oficializadas nos tienen acostumbrados.
Así que les deseo las máximas venturas en su experiencia ornitorrincósica espiritual y que tengan la mayor apertura y capacidad integrativa posible, para que nada que haya sido valioso en su experiencia y vivencia previas, se pierda. No puede ser. ¡A integrar, pues!