El Arte para mí es mucho más que unas técnicas plásticas, corporales, escritas, cinéticas o visuales. Es todo aquello que innata o adquiridamente, incorporamos para la vida de un modo creativo, consciente, lúcido e intencionado, para acabar mejorándola y haciéndola más fácil, rica y dichosa. Es decir, el Arte, si lo es, es para la Vida. Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta las implicaciones globales en la vida particular de la persona, así como su durabilidad cronológica, es difícil encontrar un arte tan total y definitivo como la Respiración.
La práctica de la respiración siempre me ha acompañado a lo largo de la vida, brindándome salud, bienestar y oportunidades.
De joven, cuando vivía apasionadamente el montañismo, gracias a la respiración pude gozar de momentos inolvidables de plenitud vital, comunión con mis amigos de cordada, goce estético y dicha espiritual incomparable. Sin una respiración profunda, consciente y poderosa, nada de ello hubiese sido posible. De hecho y a pesar de muchas ascensiones largas, duras, con pocas horas de sueño o con ninguna, recuerdo contadas ocasiones en las que experimenté más que cansancio, agotamiento. Tiempo después comprendí que mi concentración espontánea en la respiración, algo que practiqué todos aquellos años, era una técnica de meditación oriental que había surgido de algún rincón de mi memoria ancestral. Lo único que me interesaba y que sabía, era que mis visitas semanales a la montaña y que extendía con la menor oportunidad y pretexto, me hacían sentir increiblemente bien. Para mí, sin saberlo todavía, aquello era lo más parecido a una religión, o mejor dicho, práctica espiritual, que en plena adolescencia podía experimentar.
Luego pasó más y más el señor Tiempo, y volví a conectar con mi respiración a través del Yoga, la Meditación, la Bioenergética, la Consciencia Corporal y el Rebirthing, con diferentes Maestros y profesores, permaneciendo siempre la respiración en sus distintas modalidades y manifestaciones, como eje psicocorporal. Ni que decir cabe, que desde entonces, últimos años de la década de los ochenta, la respiración se instala en mi vida con plena consciencia de su importancia en todos los niveles de la manifestación vital.
Finalmente, a raíz de los inevitables cambios experimentados en toda vida, acabo residiendo en un lugar y con unas circunstancias que hace posible que retome, pero ahora seriamente, una actividad que de chaval me encantaba y que me causaba mucho placer: el buceo.
Así pues, desde hace catorce años, me sumerjo durante la mayor parte del año, y si las circunstancias ayudan, durante todo él, en el mar para practicar apnea. Es decir, de vuelta con mi amada respiración.
Ahí abajo es muy parecido a lo que experimentaba allá arriba, pero con un extra que es, la sensación de libertad corporal que se experimenta en el mar.
Muchas veces, cuando salgo y llego al puerto, la gente me pregunta si he pescado algo, o porqué no llevo fusil. Jamás lo haría. Me siento muy agradecido de ser acogido en una naturaleza fantástica, silenciosa, llena de vida multiforme en la que en muchas ocasiones me encuentro rodeado de peces que no se asustan y que me hacen sentir que soy uno más con ellos. Esta sensación no tiene precio. Como tampoco lo tiene la vivencia corporal llena de plenitud y bienestar y la experiencia mental de expansión y de relax. Es una oportunidad para gozar de la paz que en el fondo tras las apariencias, todos llevamos dentro.
Pero sin el trabajo con la respiración, constantemente puesta a prueba, todo esto no sería posible. A veces los amigos me preguntan porqué no buceo con botellas, y mi respuesta sincera es que hasta ahora no he sentido la necesidad. Y la verdad es que gran parte del bienestar corporal de la apnea proviene de su carácter atlético, además del mental ligado a la concentración.
Pero hace no mucho tiempo, en México, tuve la oportunidad de hacer buceo con botellas, y resultó sumamente cómodo y placentero. Aunque el medio es el mismo, el mar, ambas modalidades, apnea y buceo con botellas, son dos mundos muy diferentes. Las botellas permiten permanecer más tiempo en la profundidad, y la experiencia es muy lúdica y agradable, pero para mí le falta algo, el "alma" que tiene la práctica del buceo a pulmón. De todas formas, para bucear con botellas también es necesario tener el aparato cardiorespiratorio en buenas condiciones y aunque la respiración trabaja de otra forma, a través del aire o del gas comprimido y regulado, sigue siendo esencial.
Como no se trata de privarse y de elegir, a menos que sea imperativo, podemos aceptar las dos opciones para finalidades y momentos diferentes.
Cuando veo fumar a muchas personas, a veces pienso que si pudieran experimentar algo de esto por un momento, encontrarían la fuerza necesaria para dejar el hábito, porque encontrarían una adicción mucho más positiva y rentable, al margen de, y no es poco, tener mejor salud. ¡El arte de respirar!